domingo, agosto 29, 2010

RESISTIR EN EL ESPÍRITU

RESISTIR EN EL ESPÍRITU
Apenas quedaron libres, Pedro y Juan fueron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los jefes de los sacerdotes y los ancianos. Los escucharon, y después todos a una elevaron su voz a Dios, diciendo: “Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. Tú, por el Espíritu Santo, pusiste en boca de tu siervo David estas palabras: ¿Por qué se agitan las naciones y los pueblos traman planes vanos? Se han aliado los reyes de la tierra y los príncipes se han unido contra el Señor y contra su Mesías. Es verdad que en esta ciudad hubo una conspiración de Herodes con Poncio Pilatos, los paganos y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste. Pero solamente consiguieron lo que tú habías decidido y llevabas a efecto. Y ahora, Señor, fíjate en sus amenazas; concede a tus siervos anunciar tu Palabra con toda valentía, mientras tú manifiestas tu poder y das grandes golpes, realizando curaciones, señales y prodigios en el Nombre de tu santo siervo Jesús.”

Libro de los Hechos de los Apóstoles 4:23-31 

Cuando como Iglesia o como cristianos/as realizamos nuestra misión aceptando el proyecto liberador de Jesucristo, y cuando el mensaje de salvación que pregonamos es el anuncio y la acción liberadora de todo el ser humano y la creación; las fuerzas del mal asechan y levantan la oposición. Esta oposición tiene como único fin limitar el alcance de nuestra misión e impedir que el Reino de Dios se extienda, intentando reducir el evangelio a una simple expresión religiosa. 

Muchos/as cristianos/as en este tiempo se encuentran en esta encrucijada, aun entendiendo que fueron llamados/as a continuar la misión de Jesucristo, la “oposición”, las fuerzas del mal, los dardos del enemigo, los/as amedrentan; por evitar las críticas y los juicios, y por evitar que la oposición sea mayor, bajan los brazos, claudican y renuncian al llamado genuino que Dios les ha hecho. 

En los textos del Libro de los Hechos de los Apóstoles, Lucas en su segundo escrito nos narra la reacción de los /as primeros /as cristianos/as frente al poder diabólico que operaba en las autoridades religiosas e imperiales de aquel entonces; luego de que Pedro y Juan, militantes del Evangelio, fueran al templo a fortalecer sus esperanzas en la oración, y en la puerta se encontraran con un paralítico que representaba la pobreza, la enfermedad, la discriminación, la exclusión y la resignación de un pueblo oprimido. Impulsados por el Espíritu de Cristo oraron por él y fue restaurado en el nombre de Jesús. Este hombre de quien ni el nombre se conoce, se puso de pie y empezó a caminar en pos de un mundo nuevo, ya no dependía de que lo llevaran de un lado a otro ni de la limosna de nadie, era un hombre libre. 

Este milagro y el discurso de Pedro reivindicando a Jesús Resucitado, fueron motivos suficientes para que lo llevaran junto a Juan ante el Consejo, donde se le prohibiría terminantemente seguir hablando en nombre de Jesús. Pero ellos decidieron ser fieles a Aquél que los había llamado. 

En el camino por la liberación de nuestro pueblo y en el compromiso de los cristianos/as o comunidades de base con los sectores más postergados, la “estructura” de la Iglesia no acompaña y hasta se convierte en un gran obstáculo, muchas veces intentando quebrar el compromiso de muchos/as; porque orar, liberar y levantar a los paralíticos de nuestro tiempo implica tocar intereses, nos lleva a denunciar el pecado, a tener un posicionamiento claro frente a las injusticias, y a abrir las puertas para compartir esta lucha junto con sectores organizados de la sociedad. 

Hermanos/as y compañeros/as: es el Espíritu de Cristo quien nos alienta, liberándonos del temor y de la culpa que nos intentan hacer sentir quienes consienten con su silencio o sus prácticas religiosas "templo adentro" tanta injusticia y humillación generadas por esta forma de organizar el mundo. Es Él quien hoy como en aquel entonces afirma nuestras convicciones, nuestra misión, visión y compromiso con Dios y con el pueblo. 

Los discípulos, una vez puestos en libertad, se reunieron con toda la Iglesia y compartieron las amenazas y el juicio que les habían hecho, y que involucraban a toda la comunidad. La oposición y la resistencia al mensaje liberador de Jesucristo se hacían visibles, y las uñas del enemigo comenzaban a asomarse. 

La Iglesia unida en el Espíritu de Cristo resistió, levantó su clamor y doblegó su compromiso; le pidió a Dios valor para seguir anunciando su mensaje y que su poder siguiera haciendo milagros, prodigios y maravillas. No le pidieron a Dios que se terminaran los conflictos y controversias, porque sabían de qué se trataba. No le temían a quienes podían matar sus cuerpos, porque sabían que esa llama que ardía en sus corazones seguiría ardiendo a través de la historia. 

Por lo tanto en este presente, como Comunidad de fe, tengamos claridad para ver que el compromiso con la misión integral de la Iglesia inspirada en una Teología Liberadora genera y generará lógicamente oposición; y justamente por eso demanda de aquellos y aquellas que somos parte que tengamos disposición a resistir, fortaleciéndonos en el poder de Jesús y eligiendo confiar en Él frente a toda oposición; para seguir accionando con su palabra: difundiéndola para empoderar a quienes ,como entonces, son víctimas de cualquier tipo de opresión, para que se levanten y se proclamen libres en su nombre. 



Pastor Diego Mendieta y Gabriela Guerreros.


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