sábado, junio 16, 2012

Unidad, organización y solidaridad

Unidad, organización y solidaridad. 


Reflexión Pastoral* basada en el Libro de los Hechos 4:32-35

Es indispensable seguir reflexionando en éste tiempo de Pentecostés sobre la necesidad de ser llenos y vivir apasionados por el Espíritu Santo, que no es vivir alienados y apartados de la sociedad o insistir tercamente en una vida espiritual (personal y colectiva) basada en el individualismo; o una vida religiosa vacía y sin sentido. 

Por el contrario, significa vivir apegados/as al Evangelio de Jesús, conscientes de que ese evangelio pretende encarnarse en nuestros pueblos y nosotros/as mismos/as dándonos una vida abundante, dando frutos de justicia y paz que construyen un mundo renovado, una sociedad transformada. 

El Evangelista Lucas, como sabemos, en su segundo escrito (Hechos), pretende describirnos el nacimiento, la vida, el testimonio y las distintas experiencias transitadas por aquellos que fueron testigos oculares de la obra maravillosa de Jesús; y de quienes se fueron sumando a ese movimiento popular que crecía como obra del Espíritu Santo. 

En la Reflexión que compartimos en el encuentro anterior, señalábamos la reacción del grupo de discípulos/as frente a las amenazas y prohibiciones que recibieron Pedro y Juan, por parte de las autoridades militares y religiosas. Los amenazaron por haber restaurado la vida de un pobre cojo y mendigo por el poder del Espíritu Santo que obraba en ellos, y por el mensaje revolucionario de Pedro en la puerta del Templo, donde exaltó a Jesús y también denunció a quienes se habían opuesto a su obra salvífica entregándolo a los poderes de la muerte. 

Sin dudas que en esa etapa de resistencia, la oración y la reflexión fueron indispensables para el sostenimiento y fortalecimiento de la esperanza y la fe, que estaban amenazadas. 

Con denuedo y bravura anunciaban la buena noticia de liberación, mientras Dios intervenía en la vida de las personas y del pueblo todo, sanando enfermedades y dolencias, realizando milagros que eran frutos del ejercicio de la fe y la solidaridad. 

En el texto de nuestra reflexión, nuevamente el evangelista y médico Lucas describe el carácter o el perfil de aquella comunidad: comunidad conformada por hombres y mujeres diferentes, originales y distintas, que tuvieron la capacidad de convivir y compartir la vida. Convocados/as a construir un mundo nuevo, el Reino de Dios, “tenían un solo corazón y una sola alma…”. No hay mejor experiencia que la unidad por una misma causa, una misma pasión, un mismo proyecto; pues es allí, en la unidad, en la convergencia es donde nacen las fuerzas necesarias y suficientes para lograr los objetivos trazados. 

Hoy nos alegra ver a gran parte de nuestros pueblos “unidos y organizados”, pueblos que avanzan concretando sus sueños, sus anhelos de paz y libertad. Nos alegra ser parte de ésta etapa de la historia, donde nuestras calles se llenan de la alegría de los jóvenes y de las familias que han perdido el miedo impuesto en décadas atrás por la fuerza militar y las políticas conservadoras del neoliberalismo. 

Unidos, sí... Organizados, también... pero hay que resistir el pensamiento único y totalitario que niega el pensamiento crítico y anula identidades. 

Aquella primera comunidad profundamente evangélica – por la vivencia del evangelio -, pentecostal – por experiencia con el Espíritu Santo -, y popular – por encarnarse en el pueblo -, estaba convencida de que no podía crecer o multiplicarse pisoteando dignidades ni ignorando las necesidades de los más débiles y excluidos. Es por ello que la solidaridad y la empatía (ponerse en el lugar del otro) eran el camino que decidieron transitar, “era para todos un tiempo de gracia sin igual”. 

Ernesto Guevara, un argentino que se transformó en sinónimo de cambio y revolución dijo: 

“Si fuéramos capaces de unirnos, qué hermoso y que cercano seria el futuro…” 
“Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.” 

Hoy estamos llamados/as por el Espíritu Santo a saltar las barraras del individualismo que nos impone el mercado, que construye sociedades consumistas, egoístas y excluyentes, que limita aún a gobiernos que se dicen populares, pero que no rompen la cantidad de huevos suficientes para hacer la tortilla que alimente a todos/as por igual. 

Pentecostés es tiempo de común-unión y solidaridad. Como cristianos y cristianas somos enviados/as a vivir como Jesús, a estar atentos/as a las necesidades del prójimo, promoviendo la unidad entre los/as que compartimos la misma fe y con todas las personas de buena voluntad. 

Como comunidades:
¿Cuánto de individualismo estamos dispuestos/as a superar para vivir en unidad?
¿Cuánto y cómo estamos trabajando para aportar a la construcción de esa sociedad nueva? 

* Reflexión Pastoral compartida en las Casas de Oración y Reflexión de la Comunidad Dimensión de Fe, una Iglesia de todos y para todos...


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